Fuente: Gil & Asociados - La Nacíon - Andrés Hatum PhD y profesor de la UTDT
"Mi jefe parece que no entiende nada, solamente quiere y mide resultados." Si este es tu diagnóstico, puede que estés frente a un jefe "No, no, no". Estos jefes se caracterizan por no pensar, no leer para poder formarse y, por ende, no aprender.
¿Cómo es posible que en la era de la información emerjan este tipo de criaturas? Un directivo respondió esta pregunta diciéndome: "Hay mucho ESTJ" (ESTJ es una de las 16 tipologías que se usa en la prueba MBTI (Myers Briggs Type Indicator), que es un test de personalidad basado en los tipos psicológicos de Carl Jung).
Los ESTJ son prácticos, realistas y con los pies sobre la tierra, con una preferencia natural por los negocios. No se interesan por temas para los cuales no les ven una aplicación. Les gusta organizar y administrar actividades. Los ESTJ son buenos administradores, especialmente si recuerdan tener en cuenta los sentimientos y puntos de vista de las otras personas, que muy a menudo obvian considerar.
Muchos directivos de nuestras organizaciones poseen esta personalidad, que es requerida para manejar y dirigir acorde a lo que los accionistas piden: ganancias permanentes. El anuncio de pérdidas frente a los accionistas puede generar dos cosas: caída del valor de la acción de la empresa y, posiblemente, salida de los directivos responsables.
Este tipo de directivos que las empresas requieren hoy están abocados a proponer soluciones y obtener ganancias. Ese es su acercamiento a cualquier problema estratégico en las empresas. Si se les pregunta el porqué, la respuesta es sencilla: "No tengo tiempo de pensar". ¿Cómo llegamos a la situación en que los directivos frecuentemente no reconocen que pensar es parte de su trabajo?
La respuesta está en el foco muy estrecho de muchas empresas en la ejecución y la performance de corto plazo.
Para lograr ser promovido en un contexto así, pensar lleva tiempo, mientras que la ejecución trae los resultados esperados por los accionistas.
La visión de corto plazo es redituable, por poco tiempo.
El no tener tiempo para pensar (cosa que habrán escuchado de sus jefes en algún momento), lleva al límite de la incompetencia al directivo que, por su buen desempeño en el corto plazo, es promovido a alguna función más estratégica. Una vez que el directivo es promovido y requiere elaborar pensamiento estratégico, se encuentra que no da con el perfil que se ha pensado para él o ella. Lo que lo llevó a promocionar, la performance, acción y ejecución, no alcanza para la nueva posición.
¿Qué se debe hacer a lo largo de la carrera para evitar ser un líder del "No"? Leer, pensar y aprender.
Leer:
La lectura de muchos ejecutivos se agota en libros superficiales como: "Qué hacer durante los primeros 100 días de gestión" o "Qué hacer después de los 100 días?" Los directivos requieren una lectura más profunda que permita dos cosas: generar el pensamiento y desafíos estratégicos. Para lograr esto, los directivos necesitan adentrarse en modelos estratégicos con claros ejemplos de empresas que hayan pasado por procesos de cambio en sus modelos y hayan sido exitosas o hayan fracasado.
Conocer nuevas formas de organización que se hayan aplicado en compañías, colabora en repensar los procesos internos.
Finalmente, entender qué empresas han desafiado los límites de sus propias industrias, permite anticipar al mercado.
Pensar y aprender:
Estos dos conceptos van de la mano.
Profundizar la lectura es el primer paso. Alcanza para dejar de ser un bruto ignorante, pero no es suficiente. El directivo tiene que poder, a partir de lo que leyó, pensar y aprender a usar ese conocimiento en el negocio o mercado específico.
Poder hacerse las preguntas específicas sobre, por ejemplo, los clientes (¿cómo podemos generar más dinero de este cliente?), generar nuevas hipótesis (¿qué pasaría si en vez de usar este canal de distribución fuéramos a otro diferente?). En el fondo, es poder probar y desafiar los límites del negocio, de los productos y de los servicios ofrecidos, entre tantas otras posibilidades.
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