La palabra “emprendedor” está tan de moda que resulta ya bastante aburrido leerla. Cualquier nueva empresa, sobre todo si hay gente joven al frente, es un proyecto emprendedor y en muchos lugares podemos leer consejos y recomendaciones para el emprendedor que emprende. Pero en esta ocasión he optado por la opción contraria y les ofrezco a continuación cinco prácticos y sencillos consejos, a mi entender, para mandar su empresa al fondo del mar en forma rápida y eficaz.
No hace falta que usted sea joven ni
emprendedor, aunque su empresa esté sólidamente consolidada, si dedica el
esfuerzo necesario para llevarlos a cabo, conseguirá hundirla en menos que
canta un gallo.
¡Aquí tienen!
- Subestimar el valor de la comunicación. Descuidar la transmisión de nuestros mensajes, ser incapaces de comunicar nuestros valores, nuestros objetivos, nuestras ilusiones; practicar el hermetismo informativo o una falsa transparencia; hablar solo para los de fuera, sin importarnos la opinión de los de casa ni esforzarnos para que se sientan valorados y orgullosos del trabajo que realizan… Son tan solo algunas de las circunstancias que se viven diariamente en organizaciones que creen que la comunicación es un aspecto secundario e independiente de su actividad principal, en la que solo se debe invertir cuando hay una crisis informativa o cuando se desea lanzar una campaña publicitaria.
- Ser rígidos. Muchas empresas creen que ser fiel a sus principios es sinónimo de rigidez, pero es más bien todo lo contrario. Si no somos capaces de ser lo suficientemente flexibles para adaptarnos a los cambios, corremos el riesgo de caer vencidos al primer embate. La rigidez implica desatender la formación de todos y cada uno de nuestros trabajadores, mantener estructuras excesivamente jerárquicas y poco funcionales, desaprovechar las críticas constructivas o las adversidades para fortalecer nuestros puntos débiles y creer que nuestro fin único es la venta y la obtención de una ganancia económica, ignorando que debería ser la consecuencia de una buena gestión y no el objetivo sin más de todas nuestras acciones.
- No involucrar emocionalmente. ¿Qué sería del mundo sin emoción, sin sueños, sin ilusiones? Todos tenemos, pero para hacerlas realidad, ¡debemos saber comunicarlas! Eso implica compartir nuestras inquietudes, hacerlas comprensibles a nuestra audiencia y, más allá de esto, involucrarla emocionalmente. Los sueños tienden a ser metas difíciles de alcanzar y en ocasiones utópicas, pero si hacemos que nuestros trabajadores, nuestros clientes, nuestros colaboradores los interioricen y se sientan parte de ellos serán muchos más los que, en muchas ocasiones de manera inconsciente, pondrán su granito de arena para la consecución de estos objetivos.
- Menospreciar a la competencia. Si cuidamos los tres puntos citados anteriormente, seremos una organización con un alto grado de conocimiento sobre nuestra esencia –aunque parezca exagerado muchas empresas ni siquiera saben su razón de ser- y ello contribuirá a que nuestra autoestima colectiva sea alta y nos sintamos orgullosos de lo que somos. Eso es algo fundamental y muy sano, siempre que se explote con humildad. Nunca debemos menospreciar a la competencia, por mucho que creamos que su estrategia no es la adecuada, que sus gestores son personas poco capacitadas, que su visión empresarial es absurda… En vez de perder el tiempo mofándonos de sus defectos, estudiemos las diferencias e intentemos aprender de ellas para potenciar aspectos propios que –por tener una visión totalmente distinta- no habíamos considerado siquiera.
- Carecer de sentido del humor. Mi último consejo para hundir una empresa de manera rápida y eficaz es la falta total y absoluta de sentido del humor. Una persona puede disfrutar más o menos con su trabajo, pero en ningún momento debería suponer un tormento diario. Las organizaciones que saben reírse de sí mismas y que aceptan que el humor mejora el rendimiento y el sentimiento de pertenencia tienen muchos más números de consolidarse y generar fuertes vínculos entre los trabajadores, que se traducirán en unos mejores resultados a final de mes. Pero si su objetivo es tener una empresa con un ambiente enrarecido, donde la crispación salte a la mínima y la gente se sienta fuera de lugar, imponga severidad e intransigencia y ya verá que prontito salta todo por los aires.
Despues de 23 años de batallar diariamente en el sector comercial y habiendo pasado por todos los estratos de la venta, hasta ser el dueño de mi propio emprendimiento, creo que es una de las pocas notas que refleja claramente la realidad que pocos aceptan y se mantienen en carriles rígidos que solo los llevan a perder clientes o a vender poco a alto costo y así desvirtúan el acto mismo del comercia que es el de dar para recibir.
ResponderEliminarSeñores la palabra clave es SERVICIO, y si no aceptamos que estamos para brindar servicio y creemos que por ser dueños de una marca, los clientes nos deben a nosotros, ya perdimos la batalla.